Un antiguo alimento para el hambre de hoy

Los antiguos Sabios y Santos ya vivieron el Estremecimiento Divino. Lo que hoy nos ocurre, ya es un hecho acontecido y conocido por nuestros ancestros. Cristo es desde siempre El Hijo, que es Trueno, Luz del Cielo, Relámpago, remecimiento, temblor, justicia, orden en la Tierra. Esta Verdad se ha revelado en distintas épocas, y como es una Ley universal y cósmica, porque Cristo es Ley, ¿por qué hoy un terremoto podría quedar fuera de la connotación de este Orden Celeste?

El I Ching, un oráculo Chino que nació hace 5000 años a/c, nominó al Signo 51 como “Lo Suscitativo, La Conmoción, el Trueno”, y explica que esto se refiere al Estremecimiento de Cristo a la Tierra y a los Hombres. Un Temblor o estremecimiento interior (espiritual), un Temblor exterior (mundo), un Temblor a la Tierra. Un Temblor que golpea a los sin Fe. Habla de una pérdida total de lo material, de una destrucción de la materia. Es la aparición de Cristo en la Tierra y en la vida de un individuo. Este Sabio Oráculo nos sentencia y nos enseña aquí que “La conmoción causada por la manifestación de Dios provoca primero temor, para dar paso a la alegría y regocijo. Si se ha aprendido a sobreponerse a los temores internos no ha de conmoverse frente al miedo causado por factores externos. La devoción a Dios, la piedad interna, no se verán afectados en medio del fragor del trueno que aterra en cien millas a la redonda”.

¿Qué debemos hacer entonces cuando la Tierra se estremece y causa pavor?

Si somos Hombres de Fe, nada de nosotros caerá. Al conservar la serenidad y la grandeza en medio de la confusión, podremos tomar las riendas de la situación y guiar a los demás que se encuentran en el desenfreno y el miedo. Y si nadie sabe qué hacer en tal situación, la claridad interior y espiritual del que posee esta luz, no sólo guiará a la persona, sino también al que siga serenamente la luz de ese espíritu. Es verdad, primero habrá temor, pero luego vendrá la paz y el goce a quien se encuentre bien preparado ante una conmoción Divina, y sin resistencias y con gran disponibilidad para la aparición de Dios. Todo remecimiento debe servir entonces para explorarse y conocerse a sí mismo. Y así, después de esto, debemos dar un orden nuevo a la propia vida. Aquí tenemos entonces respuesta oracular para lo de hoy, basado en una Ley Celestial de siempre.

Lao Tse, un Sabio de antes y de siempre, nos demuestra que su enseñanza hoy sigue vigente, y nos alimenta diciéndonos:

“Saliendo se nace, entrando se muere:
aquellos que se apegan a la vida, son tres de cada diez
aquellos que viven en la muerte,
también son tres de cada diez
y aquellos que ansiosos de la vida y los deseos
caminan rápido hacia la muerte,
también son tres de diez
porque el que nutre demasiado la vida,
alimenta la muerte.
He oído decir de algunos
que quien sabe gobernar bien la vida
nunca tropieza con bestias
y estando en la guerra
nunca es herido
que ni un rinoceronte encuentra en él
donde dar su cornada
ni un tigre sabe donde hundir sus garras
ni arma alguna puede causar heridas
¿por qué causa?
Porque el Sabio no tiene cuerpo mortal.”
El comentario del sabio Chiang Hsi-chang sobre esto es claro:

“El Hombre que viene al mundo representa la vida, cuando el Hombre es sepultado bajo tierra, representa la muerte. Tres de diez podrán tener larga vida; tres de diez podrán vivir menos. Tres de diez mueren por el exceso de preocupación por la vida.”

Tenemos entonces que  3 veces 3, suma nueve de diez: sólo uno llega al Tao, los otros se extravían por los tres caminos de la ilusión.

Aquí seguimos hablando de la Fe. Lo mismo que Jesús les dijo a sus discípulos: “…con fe ni la mordida de una serpiente o escorpión venenoso les hará mal alguno”. Todo Hombre de meditación y oración constante se hace uno con las leyes naturales de la Creación, en donde todo es armonioso. Por lo tanto, hasta los animales se hermanan con éste Ser de Luz porque en ningún caso emana agresividad. Aquí tenemos el ejemplo de Francisco de Asís, por todos conocido. También ante situaciones extremas, incluso en medio de una guerra o situaciones de conflictos, ninguna bala llegará a quien tiene la fuerza de su fe viva y conciente.

Sin embargo, Lao Tse nos da una visión más profunda: “el Sabio no tiene cuerpo mortal”. Esto quiere decir que quien entregue su vida a Dios, ya no vive en el cuerpo, sino que su espíritu es la Vida misma. “Yo ya no vivo, es Cristo quien me vive”, decía Pablo. Y aunque sus mismos hermanos no lo comprendieron, y otros finalmente le cortaron la cabeza, él ya no estaba en ese cuerpo… sino que seguía vivo en el espíritu.

Con esta breve reseña de Sabiduría ancestral, queremos mostrar que sí podemos estar preparados ante cualquier remecimiento externo o interno. Eso es lo que vivimos en la Consagración: EL APRENDIZAJE DE LA MIRADA SABIA, CON EL OJO QUE DIOS NOS PROPORCIONÓ, EN ESTE MISMO CUERPO QUE FENECERÁ, PERO A TRAVÉS DE ÉL, EL ESPÍRITU TRASCENDERÁ.

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