Sexualidad y pecado original

«El reconocerse débil (el hombre)  ante un asunto difícil e importante (la sexualidad), o bien, el desconocer el mismo mandamiento a causa de la debilidad humana que se experimenta. Y todavía más,  el Padre Kentenich, nos indicó que cultiváramos un sano sentimiento de culpa, naturalmente no sólo en el ámbito sexual, aunque también en este campo. Sólo el hombre que reconoce, leal y humildemente, su fracaso y su culpa ante Dios, puede permanecer, a la larga, psicológicamente, sano. Este cultivo de un auténtico sentimiento de culpa lo consideraba como uno de los medios esenciales para evitar o sanar muchas enfermedades psicológicas. Por eso, para él, jugaba un papel esencial el reconocimiento de la culpa ante Dios, ya fuere dentro del sacramento de confesión, o fuera de éste» «A partir de todo lo dicho, debiera resultar evidente para nosotros. hombres golpeados y cargados con el pecado original, que, en relación a una educación sexual, de este tipo, entendida como educación de amor, se debe agregar, necesariamente,  la disposición al sacrificio y la disciplina. Por el pecado original  produjo una fisura en nuestra naturaleza humana. No sólo se rompió  nuestra vinculación a Dios – la que ha sido restablecida por la gracia en el bautismo- sino que, como consecuencia del pecado original, evidenciamos una penosa desarmonía entre instinto y espíritu» «Hace algunos años apareció un interesante trabajo con el siguiente título: ‘Freud y el Pecado Original’…’El hombre, tal como Dios lo pensó, era un ser diferente, poseía unidad y armonía interior, sin experimentar esa contradicción entre el mundo instintivo y el mundo del espíritu…’ ‘Sin embargo, es nuestro destino ir por el mundo como hombres golpeados por el pecado original’

Estos extractos corresponden al trabajo: «Una educación integral para el amor. Visión de la sexualidad según  Kentenich», del teólogo católico Gûnther Boll, editorial Nueva PatrisEd:.1 Año: 2004, el cual hace referencia a uno de los Doctores de la Iglesia sobre el tema de la sexualidad, el P. Kentenich. Y hemos querido comenzar este tema con estas sucintas palabras debido a que, según nuestra opinión, representa el zumo de la postura actual de gran parte del catolicismo, y pretende justificar, también este texto, el celibato cuán opción superior ante una supuesta bajeza instintiva del humano común.

El contenido de este pensamiento católico ortodoxo se basa en una clave de apostasía: el pecado original.

Considerar el pecado original como un factor válido a pesar de los Hechos de Salvación que JesúsCristo entrega al Hombre por Gracia, es una negación de esta Salvación, y una declaración de apostasía. Desde ahí, todo el resto pierde valor, y cualquier práctica en base a esta teoría es contraria a Cristo y a  su emancipación. Justamente, con los Eventos de La Salvación el pecado de origen que rebaja al Ser Humano a una calidad inferior, desde su primera condición adámica, queda zanjado y superado por la Victoria de Cristo en los Tres Días de su descenso al corazón del Principado tenebroso, y el arrebato de los poderes que esclavizaban al Hombre, abriendo los Cielos, elevando a los santos y estableciendo la Ley de Resurrección; el Espíritu encarcelado en los Hombres es liberado para que éste tome nuevamente el Gobierno de los Seres; la relación con Cristo, cuan Dios, queda abierta para de esta manera ser  conducidos al Padre Creador; el Espíritu Santo desciende para entregar Magisterio y Poder a los fieles y consagrados; desde los Hechos de Salvación, dice Pablo, ya no nacemos al pecado, sino que nos hacemos al pecado. Es decir, el pecado original ha cesado su mácula y La Salvación ha pasado a constituir la condición natural del Ser Humano debido a La Gracia.

De La Salvación y La Gracia  nace la responsabilidad del Hombre, y su opción, ante una meta superior: alcanzar la Voluntad del Padre. Negar esta realidad Cristica nos retrotrae a la vieja ley de vida, en donde el Hombre era esclavo del pecado y lucía cuan estigma la mácula del pecado original. ¿Por qué un ilustrado católico, que se dice cristiano, podría restaurar la teoría del pecado original, y la predominancia del pecado, aun aceptando de palabra a JesúsCristo? Porque tanto este Doctor como muchos otros deben argumentar y colocar las bases doctrinarias para el sustento del grueso cuerpo dogmático emanado desde la cabeza vaticana. Y si para autentificar el piso decimonónico del vértice eclesiástico el ilustre debe acudir por apoyos en autores discutibles como Freud, y en sus conferencias ventilan a Darwin para argumentar la calidad de la monada pecadora, nos están diciendo a la larga y a las claras que sus pilares de construcción no son tan puros como pretenden, ni tan cristianos como lo decoran.

Obviamente que la teología de la culpa, del dolor, del sacrificio van de la mano con la supuesta condición menor y miserable del Ser Humano. Porque si nos basamos en La Salvación y la Rehabilitación de Cristo jamás aceptaríamos la culpa cuan estado de consagración, pues toda culpa posee una causa de responsabilidad, y eso acepta una acusación de maldad, y todo nos lleva de vuelta al pecado original. Tan arraigada subyace la culpa en los estamentos del catolicismo que es cultura religiosa inculcar al niño, y desde ahí hasta la vejez, la imagen del Cristo sufriente y sangrante con la frase: ‘murió por ti’. Desgraciadamente muchos evangélicos han repetido ese canon errado. El objetivo de esa verdadera campaña del terror es precisamente instaurar en el creyente ‘la culpa’ que haga fácil la compenetración de la guía y protección de la iglesia, y de esa forma se justifica la confesión – elevada a condición de Sacramento- (lo que constituye una blasfemia) como un elemento de purificación temporal que descansa solamente en la autoridad eclesiástica; es decir: la culpa es la base para cimentar la autoridad de la iglesia. Y como el Ser es pecador y se haya amarrado por la mancha del pecado original: debe depender para su salvación de la ‘madre iglesia’ y debe acudir a la confesión como factor de limpieza. Pero si aceptamos La Gracia y La Salvación no como culpa, sino cuan Gracia de Dios, y entendemos que la muerte en la cruz es un inicio, no un final, y los Hechos de los Tres Días y el descenso del Espíritu Santo constituyen la columna central de la Amnistía de la cual gozamos, y por la cual podemos elevarnos al Padre, veremos caer todo el andamiaje dogmático y doctrinario de la apostasía. Y al vernos emancipados de ataduras de culpa y confesiones ante otro hombre, nos queda como sol al mediodía la figura viva del Cristo Conductor y se nos despierta la condición de Hombres Salvos y Libres en la Verdad de Dios.

La libertad que Cristo nos entrega nos hace seres responsables: la idea dictatorial de que el Hombre no es capaz de relacionarse con Dios, a pesar de Cristo y La Salvación, bajo el argumento que es un ser instintivo, animal,  y por lo mismo imposible de manejarse sin guía, sin pastoreo, sin jurisprudencia eclesiástica,  es una evidente negación de la Potestad Espiritual y Temporal de Dios sobre y En el Hombre. Esta resbaladiza teología  coloca la sexualidad humana en términos tan contradictorios como insólitos. Porque desde las lánguidas repeticiones del amor, lealtad, belleza y subliminal unión en el matrimonio, se pasa a la condena radical de toda sexualidad fuera de una unión legal, y ojalá bajo pública y manifiesta  bendición de la iglesia. Del amor humano se hace una abstracción filosófica completamente fuera de la realidad: bastaría decir que en un matrimonio legalmente constituido y plenamente ungido por una iglesia también, y muy seguido, se da la aberración de la violación, de la posesión malévola, del sexo obligado, de las relaciones violentas, manipulativas y bajas…y sin embargo, la experiencia demuestra, una mujer que acuda a la iglesia para denunciar a su marido que la posesiona a la fuerza hallará la respuesta que ella no espera: que sea fiel a su marido porque el matrimonio es sacrificio. Y he ahí el factor del sacrificio en el matrimonio: la hipocresía y el engaño social, la apariencia ‘necesaria’ y ‘pudorosa’, porque lo contrario sería la separación, y eso, según este reñido código del oscurantismo, no es permitido por la iglesia, y es otro pecado más que debemos imputar a este hirsuto ser humano. Bien sabemos que generaciones completas se han guiado por la culpa, el terror al pecado, el sacrificio y la sumisión… y los resultados están a la vista. La crisis de la familia no es debido a que el concepto de núcleo y de amor estén en crisis, sino es consecuencia de la falsedad en una familia aplastada por la culpa, la violencia del sometimiento sexual, la aceptación social de la infidelidad del varón y la obligación de silencio de la mujer, y la constatación de un cúmulo enorme de contradicciones ante los ojos de los hijos, los cuales terminan por aborrecer las relaciones matrimoniales debido al ejemplo que han vivido…esa es la raíz de la crisis en la familia: de un tipo de familia construido, precisamente, en base a la cultura del pecado, la culpa, el sacrificio y la sexualidad instrumental, generalmente en manos y poder del varón.

El fatalismo de ir arrastrando por el mundo nuestro ‘destino’ de Hombres pecadores, bajo el estigma del pecado original, justifica todo tipo de aberraciones y esclavitud. La propuesta de CristoJesús es diametralmente opuesta: ya libres del pecado, sin mancha del pecado original debido a La Gracia, el Hombre se hace al pecado…mas, en la aceptación de La Gracia y La Salvación puede recorrer el Camino de Consagración que  libera, tanto al varón como a la mujer, de todo sacrificio y culpa, y lo hace plenamente responsable de sus propios errores y virtudes, y entrega herramientas espirituales para superar los yerros. Pues en la Consagración no hay ‘sacrificio’ sino que Opción: y en cada bifurcación del Camino hacia el Padre hay grados de combate, de entrega, de resistencia y de ofrenda, de obediencia o rebelión;  pero en este proceso el Hombre es plenamente consciente de su propio límite y error, y los efectos dolorosos no son condición para la santidad, sino que lo es la Fe y la Confianza en las propuestas y soluciones de Dios; hay ‘dolor’ en la oposición y en el apego a lo muerto y mundano, y hay ‘sacrificio’ en el abandono de los deseos para aceptar a cambio el Goce del Espíritu, pero no es lo santo que se duele, sino lo oscuro, lo bajo, lo muerto y mundano, lo instintivo y el alma oscura que ha predominado por largo tiempo y ahora se ve desplazada por el Fuego del Espíritu y su Gobierno. En el Espíritu no hay dolor, sino Goce; en el Alma, los Sentidos, la psiquis ligada a los deseos y la obcecación,  hay dolor debido a su derrota y no aceptación- o resistencia- al Nuevo Orden de Dios en el Hombre.

 La sexualidad, como todo lo bueno y divino en el Hombre, reivindicado por la Salvación de Cristo, posee una arista vieja e instintiva, y tiene una magna luminosidad que conduce, precisamente, a la armonía y la paz. Aquella sexualidad a la que hace referencia el teólogo del pecado, del sacrificio y la culpa es esencialmente instintiva, vieja y casi bestial. El matrimonio del teólogo se enmarca en la formalidad de una unión sancionada por jurisprudencias mundana bien establecidas (y a la de su iglesia entrega la calidad de Dios)  Luego, se entabla el matrimonio para sostener una sexualidad pro- creativa, dando a este objetivo la razón única y principal de la sexualidad que supuestamente Dios habría ‘pensado’ para el Hombre.

La sexualidad hace parte del Ser Humano como un factor de creación, por lo mismo no hay mal ni distorsión en el despertar sexual: la aberración comienza cuando el niño no es educado en su cuerpo y sexualidad, y todo lo referente al tema viene encubierto por el manto del pecado, lo pecaminoso, sucio e inmoral…o por la omisión, el silencio y la ignorancia.

Partiendo de La Salvación y la liberación del pecado, tenemos el deber de enseñar la Responsabilidad al niño, y esta Responsabilidad bien podemos ajustarla en la aceptación natural de su cuerpo, de  una sexualidad ligada a la dignidad de su persona, así como lo incorruptible (moralmente) de su cuerpo y el respeto por los demás, sobre todo del sexo complementario. Eso no solamente es posible o aconsejable: es necesario. Las ‘enfermedades psicológicas’ de las cuales habla el teólogo surgen precisamente en la represión, en la distorsión, en la ignorancia y en la contención. Y cuando se impone el celibato a contra-natura, surge la enfermedad y abunda la pedofilia y el abuso de menores, y de eso sabe muy bien la iglesia católica, cuyos ejemplos están a la vista por centenares, como el espantoso caso de los obispos en los Estados Unidos.

Un niño formado en la Fe y bajo la Responsabilidad está en grado de Discernir. Y eso es fundamental: la gran mayoría de los abusos a menores,  o los casos de adolecentes embarazadas, parten de una mala base de formación y una escaza, sino nula, información; por lo mismo no están en grado de Discernir el mal, ante un abuso, y los efectos de su sexualidad. Imponer la abstención sexual como método y forma de evitar todo mal y efecto no deseado, es un desatino, y parte, a propósito, de un mal análisis del Hombre cuan mono pecador que arrastra el pecado original, cuyo destino es el extravío, y cuya salvación es la culpa. Estableciendo que esencialmente desde La Salvación y La Gracia todo Hombre que sea instruido en la Fe puede Discernir  y hacerse responsable ante Dios de sus propias Opciones, y sembrar en esta tierra aquello que cosechará en Los Cielos, es deber de los Consagrados y sus estamentos orgánicos entregar toda la formación e información que sea menester al niño y al adolecente, en modo que quede en grado de  optar y hacerse responsable de sus elecciones y actos. En ese contexto sí se puede presentar la propuesta de la abstención sexual, no como imposición bajo amenaza de pecado, sino por lo que es: una Opción de Consagración. Pero es una irresponsabilidad presentar tal salida sin entregar las herramientas que permitirán a la persona controlar, aquietar y elevar su naturaleza humana. Ni la política absurda de castigar al cuerpo, como la suspensión o negación de la naturaleza humana por decreto de fe, son en verdad una abstención real, sino que medidas represivas que culminan por enfermar al cuerpo y degradar la mente. La abstinencia debe colocarse primero como Opción bien informada,  y debe ser una vía clara de elevación del Alma. Luego, quién se abstiene debe adquirir los elementos de Aquietamiento de sus emociones y control de su Cuerpo que entrega una serie de actos espirituales permanentes.  Pero hay algo vital: siendo Cristo un Dios Vivo, y teniendo toda persona de Fe la posibilidad de lograr la Relación Personal con Cristo: nadie puede elegir una senda de abstención sexual sin antes Discernir ante y con Cristo. Porque quién toma este camino debe tener muy claro el profundo sentido de la abstinencia y debe conocer exactamente el Plan de Dios en esta elección, de otra forma sería una caminata en la oscuridad y sus resultados siempre serían dudosos.

La correcta formación y la información bien cimentada sobre la sexualidad desde los niños hasta los jóvenes evita en gran parte que la forma soez de lo mundano tenga algún asidero en ellos, precisamente porque poseen un punto de comparación,  y gracias a eso están en condiciones de Discernir lo bajo de la sexualidad instintiva que la publicidad les propone, y lo alto del concepto de sexualidad en los cuales han sido formados. Eso ya conlleva a que el joven, en forma natural y voluntaria, se abstenga de relacionarse sin amor, y de ser ésta una manera global de educación, colocaría la virginidad como un logro a imitar, y no como una mancha para reír y de la cual burlarse. Pero al partir de la convicción de que somos todos pecadores, y el mundo se halla gobernado por el pecado, y que la culpa nos hace humildes, y el sacrificio es necesario…estamos entregando la potestad al Mundo, a lo mundano y a los demonios. Pues basándonos en el fatal destino que arrastramos, nada queda por hacer sino echarnos en la culpa y aceptar la confesión que nos ofrece,  cuan aspirina, una institucionalidad de hombres.

Desde la Salvación y La Gracia podemos alzar un Mundo contrario al pequeño mundo predominante que hace de la violencia y la brutalidad, también en el sexo, su carta de presentación y su motivo de existir.

En la Consagración a Cristo vivimos la sexualidad como una Gracia de Dios: obviamente no puede haber relación sexual sin amor, y esa es la clave sustancial de la sexualidad humana. Y es contrario al amor toda manifestación de bajos instintos: la posesión de uno con el otro; los celos; la desconfianza y la mentira; el adulterio; la obligación a sostener relaciones sin consentimiento, las violaciones intra-matrimoniales; la carencia de respeto; todo tipo de violencia y manipulación; la entrega para lograr objetivos secretos; la sexualidad como instrumento de presión o de represión. El amor requiere confianza, respeto, falta absoluta de esos elementos de posesión y celos que denigran a las personas, la ausencia total de obligaciones sexuales y actos forzados, el rechazo a toda forma de violencia. 

¿Es ‘matrimonio’ sólo y/o exclusivamente aquel que se ha registrado bajo la ley del Hombre y/ o ha sido colocado bajo la potestad de una iglesia? Dios no mira a la forma que los Hombres se dan para expresar sus acuerdos: Cristo nos enseña que todo hombre y mujer que se unen en el amor, y tienen relación sexual…YA son un matrimonio. Precisamente por eso es que alguien que tenga conciencia de la naturaleza que Dios ha creado  no puede sostener sexo fuera del amor, porque es el amor el que autentifica la sexualidad ante Dios,  y es la sexualidad en el amor aquello que entrelaza los vínculos matrimoniales. Si hemos de constituir matrimonio ante Dios en base al amor, y por ese amor sostenemos relaciones sexuales, debemos tomar conciencia que ya somos un matrimonio ante el ojo simple pero severo de un Dios que no mira a las formalidades del mundo, sino a la esencia de su creación… y la Creación es Amor. La clave del Amor se halla a la raíz de la comprensión de la sexualidad, pero si por amor tenemos la pasión, el desquicio, el deseo, la dependencia emocional, la posesión, los celos, la desconfianza, la violencia, la manipulación, la mentira, la apariencia, el sacrificio y la obligatoriedad, el adulterio y la injusticia…no es de ese amor que hablamos, y lejos está ese amor del Amor de Dios.

El Amor con el cual Dios nos Ama, y que nos Insta a que amemos,  es puro, recto, y pleno de Sabiduría y Paz. Por lo mismo, partimos de una pésima base cuando no aclaramos el Amor, y lo dejamos a la libre interpretación de los sentidos. Y es en el Discernimiento del Amor que Dios nos entrega, y al cual debemos nosotros aspirar, donde hallaremos la clave de la sexualidad, y por ende del matrimonio. Ante esa luz reveladora de la Verdad muchas cosas se desatan por si solas: la abstinencia puede ser en esta claridad una necesidad y jamás una imposición; y ante esta realidad descrita en nuestro Ser por Dios nos hacemos Dignos y llegamos a comprender ese gran concepto Cristico que nos enseña Pablo: el cuerpo es el Templo de Dios. Pero sin esta revelación del Amor que Dios Es, y quiere que nosotros Seamos, de nada podemos hablar y este tema, como muchos otros, se verá contaminado por la falsa idea del amor que heredamos de los instintos y de lo mundano.

Dios  sí quiere que vivamos la sexualidad en el matrimonio, pero el orden es: Amor vivido en el Amor de Dios (por cada uno, en forma personal) Amor compartido en el amor por y con  la otra persona, y por ese Amor: unión sexual. Eso es Matrimonio.  No se trata de que el matrimonio formal nos autoriza para hacer como queramos, sino que es ´Matrimonio’ toda relación unida en el Amor previamente discernido en la Fe y sellada por sexualidad.  Otro orden es equivoco y vacía toda discusión sobre sexualidad. Y para que el Ser Humano Discierna el Amor que Dios Es, y quiere que Seamos,  debe estar el Hombre sobre un pedestal superior al pecado: La Gracia y La Salvación, de otro modo tal aclaración reveladora es imposible. Sin la aceptación de La Gracia y Salvación en Cristo mal podríamos Discernir la Justicia del Amor de Dios, el Padre; y sin Magisterio del Espíritu Santo no hay ser humano que pueda abrir puertas y archivos que solamente son permitidos al Hombre por la Fe en La Gracia y La Salvación.

La naturaleza del Amor de Dios, que debemos Discernir y vivir, nos conduce a que en el Amor  el hombre y la mujer hallan y descubren un Plan de Creación intrínseco e inserto  en el Plan del Padre: de ahí nace la clave sagrada de la familia, no cuan núcleo de la sociedad mundana, sino como Plan Espiritual. Y siendo el Amor y los hijos del Amor un Plan Espiritual incrusto en el Plan del Padre, mal podríamos aceptar como legítimas, ante Dios,  la unión entre varones o entre mujeres. Y aquí hablamos de Fe, de Espiritualidad y de Consagración…lo que haga el incrédulo o cómo se relacione, no es de nuestra incumbencia: a no ser que una iglesia, demasiado apegada a su viejo rol autócrata amarrado al Estado,  aún crea que tiene  autoridad sobre todo mortal, creyente o no creyente. Pero en la Libertad concedida por Dios, y en La Gracia de Cristo, cada Ser es responsable de sus opciones;  y cuando una mala acción se lleva a cabo en consciencia de los modos y Caminos de Dios, entonces sí asistimos a un pecado:  porque el pecado requiere conciencia de Dios para ser tal, y en la ignorancia puede haber error, aberración y negligencia, pero no pecado; aún así, y de todas formas,  la persona incrédula obtendrá los resultados de sus elecciones y recogerá  los efectos del tipo de vida que ha llevado en la Carne; pero, en cambio, uno que cree y luce una estola sacerdotal, o práctica un culto, y violenta los sellos que lo unen a Cristo…peca, porque toda aberración en conciencia  es contraria a la Fe que se predica y formalmente se práctica… como una violación, un celibato formal y relaciones sexuales oscuras, un abuso infantil… todo esas prácticas horripilantes constituyen una traición a la Fe,  y sí es pecado. Pero quien no crea en Dios, ni discierna los modos de Dios, puede relacionarse como le parezca, aún bajo claridad – y nosotros haciendo luz-  de que también el que desconoce a Dios hallará a Dios en su puerta de muerte y de igual forma recogerá sus frutos. La incongruencia radica en que una iglesia acepte y bendiga uniones de personas del mismo sexo, o que un creyente practique el homosexualismo, o que un cura católico, o un pastor evangélico o un obispo mormón sean pedófilos y abusadores de niños. No que el ignorante e incrédulo queden libres y los consagrados esclavos: sino que los primeros son esclavos de este Mundo y de lo Carnal, mientras que los Consagrados somos libres en Cristo,  y por lo mismo liberados de toda muerte y oscuridad.

Para los Consagrados hay claridades meridianas que hemos extraído de Nuestros Discernimientos con el Cristo Vivo: no son aceptables a Dios las uniones entre personas del mismo sexo. Quién haya nacido bajo condiciones de homosexualidad, según nos indica JesúsCristo, debe entregarse a Dios y hacer, ahí sí, una vida célibe. ‘Unos son hechos eunucos por los hombres, otros nacen eunucos para Gracia de Dios’.

Dice el teólogo: pecadores condenados por el pecado original, y por eso alejados de Dios, pero agrega: ‘relación re-establecida por la gracia del bautismo’. Obviamente se refiere al bautismo infantil, de recién nacidos,  que concede la iglesia y liga al sujeto a su pertenencia institucional. De eso hablamos en otro artículo, pero esta aseveración no solamente es aberrante, sino que apostata al cien por cien, y lo explicamos en su espacio.   

La sexualidad se nos concede para la procreación: ¿igual que los animales? No. La sexualidad se nos concede para alcanzar la plenitud del Amor entre hombre y mujer, en donde dos que son Personas, se hacen Uno, y en su Conciencia de Dios van convirtiéndose en un solo y único Ser. Ese Plan lo conocemos como: Plan de deidad. Porque de ser como nos lo dice el teólogo, podríamos procrear sin sentimientos, sin responsabilidad, sin amor y sin razón espiritual, y los hijos serían como clones venidos a este mundo a crear nuevos seres sin alma ni espíritu.  Justamente, la sexualidad implica alcanzar la esencia del Amor, y desbaratar la mala idea del amor mundano e instintivo, que no es amor, sino pasión de necesidades emocionales generalmente dañada por otras malas conductas vividas en la familia. Y en el amor hay Goce, porque en la Creación de Amor del Padre hay Goce: no el bajo goce de los  sentidos nimios, sino el alto Goce del Dios que nos vive.

La procreación no puede ser colocada en los términos tan básicos y animalesco que el teólogo usa, pues hay un Plan Magistral en la Maternidad, y es un reconocimiento sublime y concreto al rol de la mujer como Ser Intrínsecamente santo, y que la iglesia, desde que es tal, ha intentado acallar y esconder: los Hijos de Dios vienen entre los Hombres por la Fe y por la Entrega de la Mujer, eso es lo que nos enseña María, la madre;  y no hablamos de estados de virginidad sexual, sino aspectos Santos de la Mujer que son calificados, en la Cristología, bajo el  nombre de ‘Virgen’: no por carencia de sexualidad, que puede ser un efecto, sino por entrega a un Plan y designio de Dios mediante la aceptación de un Pacto con Dios. Es decir, en la Entrega de María al Padre y la aceptación de un Plan que no era de este Mundo, se condensa todo el significado de ‘Virgen’: la pureza de la inocencia que acepta por Fe un Pacto con Dios para procrear Hijos del Cielo que no serán nunca posesión carnal, sino Mayordomía asumida cuan tarea de trascendencia.  Y esa clave de Virginidad es la ‘santidad intrínseca’ que toda mujer posee. Ahora bien, basándonos en la predominancia del pecado original, por ende negando a Cristo, es lícito degradar a una mujer que es supuesta autora de la caída del varón en la tentación, y cómplice del demonio. Complicados ante el Hecho de María, y que Dios para encarnar pudo prescindir del varón, pero no de la mujer,  los iluminados vaticanos propusieron la ‘virginidad sexual’ de María como una diferencia de esa Eva lujuriosa y extremadamente sexual. De paso, con ese mañoso entramado intelectual, negaron el Sacerdocio a la mujer y la relegaron a tareas menores y casi esclavas de la penitencia y la culpa. Siguiendo esa lógica malvada y distorsionada, no cabía sino imponer el celibato a los sacerdotes o consagrados, pues el varón entregado a Dios no podía congeniar con las hembras de la perdición. Para llegar a estas resoluciones insostenibles y fáciles de violar en el secreto del ejercicio del poder que entrega la institucionalidad, fue y es forzoso re-instalar la vigencia del pecado original, pues de aceptar la Libertad y Responsabilidad de La Salvación y La Gracia, ni esta manipulación soportaría análisis, ni las iglesias se habrían alzado en su magisterio y pastoreo,  sobre la culpa y el sacrificio de los  becerros pecadores.

El celibato es consecuencia del castigo que los Doctos de la Iglesia quieren aplicar sobre la mujer, según la plena actualidad del pecado original. La aceptación de La Salvación y La Gracia nos conduce a la realidad global que involucra tanto a hombres como a mujeres, sin distinción de razas y naciones, abriendo de esta forma la Consagración, y por ende el Sacerdocio, a toda persona de Fe que opte por seguir a Cristo en Camino a la Voluntad del Padre. La negación del Sacerdocio a la mujer es otro aspecto consecuencial de la apostasía.

Hombre y mujer en Matrimonio, como aquí explicado, tienen derecho a vivir profundamente su sexualidad y descubrir sus aspectos divinos, aún si no tienen hijos, o nos lo puedan engendrar, y aún cuidándose de no engendrar según ciclos naturales; pero todo matrimonio construido en el Amor a Dios debe esmerarse en la Consagración como Persona, en forma personal y sin dependencia,  y en el Amor construir con su compañero-a una vía de unidad. Los Hijos no son una obligación, sino una bendición, por lo mismo, no es la ‘procreación’ un ‘rol’, sino un acto de Amor en donde Dos asumen sobre sí la misión trascendente de conformar  el Núcleo:  construido éste  a la luz de la Conciencia de un Plan que la mujer, en su maternidad,  debe Discernir; ahora,   la mujer discierne y comparte con el varón  la Voluntad de Dios para, por su Entrega, y por Mayordomía del hombre, traer a este mundo a ‘Hijos del Cielo’ según el cumplimiento del Plan de Dios. Hay una enorme diferencia, sustancial y de fondo, entre lo formal del matrimonio que engendra hijos porque ése es su ‘tarea’, y La Conciencia de ambos cónyuges que Disciernen la Voluntad de Dios y saben con certeza el tipo de hijo-as que engendran, para qué, y bajo qué Plan.

Nadie está obligado a soportar tortura psicológica y física en nombre de un sagrado matrimonio… y siempre que el amor muere, se acaba, cambie o cese en una de las dos partes, es imposible mantener esa relación: la mentira, la hipocresía y el adulterio es denigrante y no puede ser bajo ningún  aspecto voluntad de Dios. Eso es blasfemia.  El asunto es que en la separación las personas deben mantenerse leales a los valores del respeto, amor a los hijos, ánimo y práctica de paz, aquietamiento, solidaridad, cautela, siempre absteniéndose de toda violencia y trato insano. En la Ley de JesúsCristo, que extractamos en artículo separado en esta misma revista, se nos declara que la separación es lícita si la base del amor ha cesado, pues sin este sustento la relación enferma, denigra y rebaja. Aún más, precisamente es muestra de amor la aceptación serena de la verdad y la buena disposición a una separación en el respeto, el acuerdo y la salvaguarda mutua de los hijos. Lograr una separación decente, sin pasar a llevar los valores y principios de la Fe, aceptando que en la división del matrimonio NO se rompe la familia y que los deberes  para con el Núcleo deben respetarse y mantenerse, aspirando a un trato amigable y solidario, bien definido y sin ambigüedades…es Amor. Obviamente si el amor que los une es posesivo, instintivo, dependiente, manipulativo, en base a intereses secretos y necesidades no resueltas, en donde celos y desconfianza, mentiras y engaños han formado parte de ‘lo natural’ de la relación…claro que la separación será violenta, y los hijos se verán involucrados como moneda de cambio e instrumentos de chantaje. Y es que en una unión así NO hubo amor real, y en la división se muestra la verdad de lo que son, y aquello que en realidad vivió debajo de equella apariencia.

Cuando Cristo nos dice que la verdad nos hará libres, aquí podemos verificar sus palabras. El teólogo nos propone un camino de mentiras y negaciones, y finalmente nos esclaviza al pecado, la culpa y el sacrificio. Sin embargo Cristo nos hace libres, y por eso mismo somos personas con mayor responsabilidad, precisamente porque tenemos  una conciencia aún más elevada. Nunca ascender a los modos y voluntad de Dios nos hará soberbios, sino humildes;  no esa rara ‘humildad de la culpa’, que es demoníaca, sino la humildad de la Verdad Viva que nos coloca ante una Realidad inconmensurable y nos torna mansos, y nos hace Seres de Paz.

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