Pecado y muerte

Leemos en la ‘prensa evangélica’ y escuchamos en canales como ‘enlace’ y otros una constante afirmación que de tanto repetir, como es costumbre en estos cultos, pasan a perder connotación doctrinaria y suele, a su vez, hallar eco en los creyentes sin que éstos reflexionen sobre aquello que repiten y que muestran cuan fundamenta de fe.

‘El castigo por el pecado es la muerte’. Y como la muerte existe, el pecado permanece.

No es nuestra costumbre citar textual pasajes bíblicos, pero son los Evangelios, y en particular las Cartas de Pablo la que nos enseña lo contrario de estas afirmaciones muy difundidas y arraigadas en el mundo protestante evangélico. Algo muy diverso recibimos de aquello que podemos leer en los testimonios de los apóstoles; a saber: que Cristo es Dios, el Verbo, según revelación de Juan, y siendo Dios venció la muerte… no solamente porque él Resurreccionó, sino porque estableció la Ley de Resurrección para todo Hombre por Gracia, y para lograr este cambio fundamental debió arrebatar la potestad que los infiernos y sus legiones poseían de los Umbrales de la Muerte y de los Abismos. Desde esta Victoria, acaecida en los Tres Días desde la muerte física de Jesús y su reaparición cuan Dios aún entre los Suyos, la causa –pecado original- es eliminada y todo Ser ya no nacería, como no nace, en pecado sino que la persona se hace al pecado; pero incluso en este hacerse al pecado hay supremacía de Cristo y La Gracia por acción de Fe del Hombre.

Ahora, la muerte física sigue existiendo, pero la ‘muerte no tiene supremacía sobre la Ley de Vida emanada de Cristo’, es decir: cada persona obtendrá los resultados y efectos de sus Causas y siembra en su existencia temporal en este mundo; mas no morirá en su conciencia y de ‘persona carnal’ obtendrá algún nivel de vida espiritual o atemporal. Muchas instancias posee el Reino, y siempre habrá una dispuesta para la calidad del Hombre que al fallecer en la carne entra a un estado de Vida en el cual es medido. Es decir: se muere en la carne, pero Alma y Espíritu siguen vigentes en otro tipo de cuerpo, y la conciencia de la persona permanece, con sus logros, fracasos, deudas y victorias. De todos, dice el Cristo Vivo, al Reino del Padre entrarán solamente aquellos que pongan por obra la Voluntad y Designio del Padre Creador, y no quienes hagan como les parezca según sus necesidades, creencias o ideas.

Ni el pecado es ley, sino condición de lo temporal, carnal y aún influencia tenebrosa en este mundo… ni la muerte es castigo, sino un cambio de vida en donde el Hombre recoge su fruto.

Ahora, si el Hombre se hace al pecado, y la muerte física es una oportunidad de habitar una alta instancia en el Reino de Dios, mal podemos inculcar al creyente que ‘está perdido’ y que el pecado es más que Cristo y La Gracia, y que el morir es la demostración de nuestra perdición. Eso es Apostasía. La Verdad del Cristo Victorioso nos indica que sin Cristo el pecado es mugre que se pega al Hombre hasta convertirlo en Hijo de Perdición, y con Cristo todo Ser puede liberarse del pecado y lavarse los pies de la tierra que lo mancha. Y la Ley de Vida nos enseña que con Cristo la muerte ya no es un castigo sino un Salto hacia una oportunidad suprema que debemos cultivar en vida carnal, en este mundo, y la clave para que el Salto que nos ofrece la muerte de la carne sea certero debemos esmerarnos por hallar en nosotros aquella Voluntad del Padre y colocarla por acción y obra de siembra en esta vida. Porque si se dice que el pecado es ley y nos tiene prisioneros, y la muerte es castigo y fin… estamos aseverando que Cristo no vino, que nunca descendió a los infiernos para vencerlos, y jamás tomó en sus manos la condición de la muerte, y menos el Padre abrió muchas instancias… y todo está perdido. ¿Cómo podemos proclamar la autenticidad de JesúsCristo y negar su Victoria y los resultados de La Gracia?

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