Pecado e imperfección

El cristianismo ha cedido irremediablemente ante el pecado, no ahora, sino de hace siglos; pero nunca como hoy, en la era de las comunicaciones, podemos escuchar la cantinela agobiante y ponzoñosa que reza casi con agrado y justificación: somos pecadores.

El Papa dimitido declaró, ante la realidad institucional de una curia pedestre, que su iglesia, la católica, era una ‘iglesia pecadora’.  Escuchamos y vemos a cada momento a sacerdotes que proclaman con demasiada soltura que la naturaleza del cristiano es el pecado. Lo leemos en las proclamas evangélicas y los oímos en las estridencias del protestantismo.

Sobre una realidad confesada y aceptada tan sorprendente no resulta complicado, y es más bien lógico, plantear la renuncia del primado eclesiástico como efecto de luchas internas que han dividido fuerte e irreparablemente los cimientos de su palaciega institucionalidad. Si somos pecadores, y el pecado está en la iglesia, en todas, porque hecha por Hombres cuya natural propensión es al pecado…entonces no puede ser excepcional que las luchas humanas existan en lo que se dijo era ‘el reino de Dios en la Tierra’ y ‘el vicario de Cristo entre los Hombres’.

Siempre fue así: la historia vaticana está sacia de  complot, de alianzas oscuras, de episodios similares a golpes de Estado, de corrupción y de animales políticos que gustan de la Política Grande. Amén de entramados financieros de gran monta y conspicuas ganancias. Y la Reforma, que debió soplar con nuevos bríos para barrer al cristianismo del Anti Cristo de la Apostasía, cayó redonda y voluntariamente en la misma red del pecado, de lo humano que tergiversa lo espiritual, de lo institucional que debe prevalecer… y la Política Grande a la cual también quisieron entrar. Y claro está, no olvidemos al  dinero como objetivo central de toda acción que concentre poder y autoridad mundana.

Todo culpa del pecado. El pecado es la justificación.

“¿Qué diremos, pues? ¿Qué debemos permanecer en el pecado para que la Gracia se multiplique? ¡De ningún modo!  Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguiremos viviendo en éste?
¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?  Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Jesús fuese resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
Porque si hemos hecho una misma cosa con Él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado.  Pues el que está muerto en lo viejo, queda librado del pecado.
Y si hemos muerto a lo raído con Cristo, creemos que también vivimos en lo nuevo con él,  sabiendo que Cristo, una vez alzado de de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre Él.
Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios.
Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias.  Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida… y vuestro Ser como armas de justicia al servicio de Dios.
Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no estáis bajo la ley (antigua) sino bajo la Gracia.
Pues ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la antigua ley sino bajo la Gracia? ¡De ningún modo!
¿No sabéis que al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: o  bien del pecado… para la muerte, o  bien de obediencia… para la justicia?
Pero gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados, y liberados del pecado, os habéis hecho servidores  de la justicia.
Hablo en términos humanos, en atención a vuestra flaqueza natural -. Pues si en otros tiempos ofrecisteis vuestros sentidos como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad.
Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres e ignorantes respecto de la justicia.
¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas que al presente os avergüenzan? Pues su fin es la muerte. Pero al presente, libres del pecado y sumisos a Dios, fructificáis para la santidad y el fin de la vida eterna.
Pues el salario del pecado es la muerte; pero Dios nos regala el don gratuito: la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro

 “Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús.
Porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte.  Pues lo que era imposible a la ley antigua, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,  a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el Espíritu.
Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas, los que viven según el Espíritu, van a lo espiritual.
Pues las tendencias de la carne son muerte; mas,  las del Espíritu conduce a vida y paz;  ya que las tendencias de la carne llevan al odio: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden intentarlo; así, los que están en lo carnal, no pueden agradar a Dios. Pero  vosotros. Consagrados,  no estáis en lo carnal, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece; mas,  si Cristo está en vosotros, aunque la carne deba morir a causa del pecado, el Espíritu seguirá Vivo a causa de la justicia de la Gracia.
Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos es el mismo Espíritu que habita en vosotros, entonces Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales,  por su Espíritu que habita en vosotros.
Así que, hermanos míos, no somos deudores de la Carne, ni debemos vivir según lo Carnal,
pues, si vivís según la Carne, de seguro moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras de Lo Carnal, viviréis Por la Gracia.
En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Pues no recibisteis un Espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un Espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
El Espíritu se une a nuestro Espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que padecimos con Él, para ser también con Él glorificados. Porque estimo que los sufrimientos propios y del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.
Pues la ansiosa espera de esta creación desea vivamente la revelación y Luz de los hijos de Dios

(Carta de Pablo ‘Romanos’ 7 y 8)

 Nada justifica al pecado cuando se ha asumido el bautismo de Cristo, dice Pablo, y es deber del nacido Hombre Nuevo, el consagrado en la Gracia de Dios, no someterse a La Carne y luchar por hacer prevalecer a Su Espíritu. Porque el que tiene a Cristo en su Espíritu debe postular a la santidad que solamente por Espíritu y Espiritualidad se puede alcanzar. Y habiendo sido liberados de la mácula antigua el Hombre en La Nueva Ley de Vida ya no nace en pecado sino que SE HACE al pecado.

Es deber del bautizado en Cristo, lograr la Justicia y aplicarla. Y la Justicia es la siembra de la propia Fe y su coherencia que luego entrega frutos y resultados: si vida para La Carne y mundano, entonces muerte; y si vida para La Gracia y el amor a Dios…entonces  Vida.

No se esconde que a pesar de que el pecado fue vencido por Cristo éste no haya dejado de existir, sobre todo por causa de la debilidad de la carne y la tentación del Mundo. Pero esta realidad de lucha y opción no coloca al pecado nuevamente en el pedestal que poseía antes de Cristo. No lo vuelve a entronar después de haber sido derrocado. No es ley. Ley es Cristo y La Gracia; Ley es la Salvación y la Vida Eterna; Ley es la Resurrección y la Gloria de acuerdo a la nueva medida que Cristo gobierna y ejerce,  y que solo Cristo aplica. Cristo es Ley de Vida.

La fórmula para vencer la tentación del pecado que llama desde Los Sentidos, La Carne y el Mundo, aconseja sabiamente Pablo, es El Espíritu. Porque desde Cristo nuestro Espíritu es el mismo que alzó la Nueva Ley de Salvación y nos vive para darnos inmortalidad y gloria. No el Alma, que es sustancia menor ligada a la psiquis;  no la mente que debe recibir la Luz de la Sabiduría del Espíritu Santo;  no el Cuerpo que debe ser sometido por lo Espiritual para que se convierta en el Nuevo Templo de Dios. Sino el Espíritu que nos Vive, y que nos abre las puertas al Padre cuando Oramos, porque al Orar en Espíritu llegamos al Padre que Es Espíritu.

Y nada se nos prohíbe, sino que todo debemos santificar. Ni comidas, ni vestidos, ni casarnos, ni criar hijos, ni talentos, ni resguardos… todo podemos lograr, y de nada estamos exentos, pero desde Cristo el asunto es y será siempre Lo Espiritual, y si  el bautizado vive o no a Su Espíritu bajo la Ley de Vida que Nuestro Dios Vivo nos ha concedido por Gracia.

El perdón que Cristo nos enseña y nos impele a aplicar sin medias tintas es la clave para vencer al pecado que aún persiste, mas no es inexorable ni invencible. El Arrepentimiento causal y de raíz es la base que permite al Perdón actuar cuan fuego purificador,  y exime al ser de toda deuda y de todo deudor. La vida coherente en la Moral que Cristo nos enseña y expone en su Sermón de la Montaña, aplicando sus preceptos sin cuestionamientos mundanos ni interpretaciones antojadizas y bandidas, sin duda nos hará Personas Logradas y buenos discípulos de Nuestro Dios Vivo.

Si asumimos los Evangelios cuan LEY de CRISTO y no como elemento de proselitismo religioso, y liberamos la Palabra de la Ley de Cristo, como estos pasajes claros de Pablo, de esa guardia pretoriana que ejercen pastores y curias varias, y entramos a sus mensajes y certezas con Espíritu, con Fe y con Espíritu Santo…entonces sabremos que aquello que hoy escuchamos con tanta holgura,  y sin vergüenza…somos pecadores…la iglesia está en pecado… es Apostasía evidente, manifiesta y bien reiterada. ¡Quién tenga oídos que escuche!

Nadie que se diga ‘cristiano’ puede alabar al pecado, y en el pecado justificar aberraciones y derrotas que imponen lo del Mundo y lo Carnal por sobre la Ley de Cristo y la Vida en el Espíritu.

Cristo es más que el pecado. Y desde Cristo no es ley el pecado, sino que es Ley La Salvación, la Gracia y el Espíritu de Dios en el Hombre. Y el propósito de esta realidad de Salvación es que cada y todo Hombre logre alcanzar la clara Voluntad del Padre para poner por Obra Su designio. En modo que nadie ponga por acción lo propio nacido de la vanidad, del arribísmo, del ego, del apego al dinero, por fama o por ambición…es decir por predominancia del pecado… sino que todos hagamos la Obra que se nos designa por Espíritu y que nos hace Dignos de pertenecer al Reino de Dios.

Que los Hombres de las iglesias hayan caído en pecado, y declaren que son víctimas del pecado, y teoricen que todos somos pecadores a pesar de Cristo y su Ley de Vida…es Apostasía. Es la evidencia neta e indiscutible de la Gran Apostasía.

La imperfección humana no es pecado.  La debilidad del Hombre no es pecado por su naturaleza.

Antes de Cristo el Pecado yacía con el hombre debido a La Caída. Se conocía como Pecado Original.

Con Cristo el Pecado Original fue borrado, eliminado, debido al pago de Jesús en los doce días de martirio en su padecimiento en la cruz de los romanos. Ese martirio y esa muerte de Jesús fue el pago por la Caída y por el crimen de Caín. Esa ‘copa amarga’ debió pasarla Jesús en la Carne. Pagada la deuda de los Cainitas, que nadie canceló antes, pero provocó la predominancia del pecado en las generaciones humanas posteriores… también el pecado fue destronado de su potestad. Y desde la muerte, en el vientre de la bestia, Cristo, el Verbo de Dios, descendió hasta las simas de los infiernos para desplazar  de la gobernación de la muerte a los demonios, y quitarles las  las llaves de los abismos, en modo que desde la Victoria de los Tres Días ya ningún Alma cayera en el retorno abismal, ni fuese pasto para los infiernos;  y desde tal Victoria ya no predominara la muerte, sino la Gloria según una Ley Nueva: cada Ser recogerá la Cosecha de su propia Siembra, y por sus frutos serán reconocidos por Dios para obtener el resultado de sus propias acciones y obras. Y si tales obras fuesen el designio del Padre puesto en acción de vida…el Reino de Dios abrirá sus puertas para recibir al leal Hijo o Hija de la Obediencia.

¿Por qué si por Cristo somos Salvos y por Cristo el pecado fue vencido…qué pecado podría predominar y gobernar como si Cristo jamás hubiese venido y Jesús jamás hubiese pagado?

La imperfección humana puede hacernos caer en el pecado, sí. Pero la imperfección humana no es mayor que nuestro Espíritu. Y si fuésemos humanos solamente, sin poseer por Gracia un Espíritu tan alto y elevado, tendríamos o que merecer ganarnos tan Alto Espíritu y debiéramos hacer obras para ganar méritos con el fin de ser Vividos por el Espíritu de Dios…o debiéramos aceptar que estamos perdidos y que Cristo concedió Espíritu solamente a los Suyos y dejó en la perdición al resto de los Hombres.  Pero Jesús pagó por Caín y la Caída Original precisamente para que TODO Hombre, de toda nación, y de toda estirpe, varón y mujer por igual, obtuvieran liberación y quedaran sin deuda; y Cristo Dios, luego, en Tres Días,  alzó el Nuevo Templo sobre la Piedra Angular (Cefas) –que es El Espíritu de Dios en el Hombre – para que  la Nueva Ley de Vida fuese la condición de Salvación de todo Hombre sin distinción.  Por lo mismo, ni méritos, ni obras, sino Gracia y Salvación según un Plan de Amor que nos trasciende y obliga. Y nos obliga por Conciencia de Justicia, no por ignorancia de la Gracia que nos envuelve.

La imperfección humana si es ignorante de la Salvación, de la Gracia y de su Espíritu…no puede pecar, porque desde Cristo no es pecado lo humano sin Conciencia, sino que es Pecado lo humano Consciente de la Salvación y del Espíritu concedido.

Seguir concibiendo el pecado como lo fue en la Antigua Ley, bajo la predominancia de la Caída y del Pecado Original, es negar a Cristo. Porque bajo la Antigua Ley de Vida que sometía a los Hombres y los tenía encarcelados, el  Ser Humano no podía acceder al Reino, ni entrar a los Cielos. Y en su muerte el Humano enfrentaba la potestad de los demonios, o caía en el abismo del retorno con la misma deuda y mácula anterior. Por lo mismo, esa Ley de Vida obligaba al Hombre a eternas abluciones y sacrificios para no doblegarse por el peso del pecado imperante. En cambio, desde Cristo y su Nueva Ley de Vida el pecado original ha sido eliminado, y el Hombre no nace en pecado sino que se hace a éste por influencia de La Carne, los Sentidos y el Mundo; pero desde Cristo el Ser Humano posee un Espíritu de Dios que Vive y empuja, puja y conmueve, con tal de que el Hombre venza y logre alcanzar la máxima Gloria en una de las tantas Estancias en la Casa del Padre. Y en la muerte del cuerpo ya no hay potestades infernales, sino autoridades de Cristo que miden al Hombre según su Espíritu y extraen los frutos de acuerdo a la siembra  que ése Espíritu puso en acción en la Vida en el Mundo y en la Carne.

El pecado hoy no es imputable a imperfecciones humanas, a costumbres culturales o ignorancia de la Nueva ley de Vida. Desde Cristo hay pecado cuando hay Conciencia de la Fe en Dios. Si hay leve Conciencia de Dios, y hay Mal, Aberración o  caída en la maldad…hay pecado. Y si hay caída en el pecado y hay Conciencia de Dios, entonces por la Conciencia de Dios el Hombre puede levantarse y sacudirse del pecado por el Arrepentimiento, por el Perdón y por el propósito de no volver a caer en el pecado. La Conciencia de Dios nos da Conciencia del pecado, y si tenemos Conciencia del pecado podemos vencerlo con la Conciencia de Dios. Dios es más que el pecado.

Ahora bien, predicar a Dios, declarar representar a Dios, auto proclamarse autoridad vicaria de Cristo y poseedores de la Verdad en un Libro que supuestamente ‘es’ Dios… y alzar iglesias de Dios y actuar cuan celosos guardianes de la fe… y expandir el pecado cuan mácula irrefrenable, vencedora e impostergable, y por lo mismo, tal y cual en la Vieja Ley:  sometidos los Hombres al martirio, al sacrificio, a eternas e inagotables abluciones, bajo amenazas de los infiernos nuevamente restituidos, y demonios otra vez investidos de autoridad… ¿no es eso Apostasía?

Porque si alguien predicara que: siendo débiles en nuestra calidad humana a las tentaciones del pecado, tenemos a Cristo en Nosotros para vencer al pecado y en nuestra debilidad hacernos fuertes por el Espíritu que Dios nos concede por Gracia…entonces esa palabra diría verdades y estaría en la Justicia. Pero si predican que el pecado es más que Cristo, y que siendo pecadores debemos purificarnos en las iglesias, y que toda ablución por fe es imposible sin pertenecer a una iglesia…y que por ser pecadores debemos congregarnos… y solamente en la Fe y por la ley de Cristo nadie es libre sino es arriado cuan becerro en un redil a cargo de un pastor, también pecador… entonces tendríamos que asumir con claridad que  la apostasía vive y crece cuan virus malvado en el corazón de las iglesias. Y son los pastores que reemplazan al único Sumo Pastor, al Cristo Vivo, los portadores del pecado y los inoculadores de la apostasía: los Anti Cristo que trabajan para la confusión y la negación.  Los Anatemas.

La iglesia del pecado es la institucionalidad del Anti Cristo que gobierna desde trono mundano en nombre (cuan usurpadores) de un Cristo que tergiversan y deforman.

La debilidad humana por sí misma no es pecado. El pecado requiere Conciencia de Dios. Y es la misma Conciencia de Dios la que vencerá al pecado. Y la predominancia del Espíritu en el Hombre es lo que crea la condición para vencer al pecado. Sin éste Espíritu concedido en la Gracia y gracias a los hechos de los Tres Días en que Cristo vence y transforma…nada sería posible y todo estaría irremediablemente perdido.  Y Cristo debiera venir aún, y Jesús jamás fue entonces la Encarnación del Verbo de Dios.

Pero sabiendo nosotros que esto sí acaeció: y el Verbo de Dios encarnó en Jesús, y el Cristo Dios venció en los Tres Días, y por el paso de su ‘Amarga Copa’ Jesús pagó por la Caída de los primeros Hijos  y el crimen de Caín… y Cristo Dios cerró los abismos y abrió los Cielos en donde el Padre depositó sus muchas Estancias para Gloria de los Hombres…Y es Ley de Vida la Resurrección (que de cuerpo carnal corruptible obtengamos Cuerpo espiritual incorruptible) y es Ley de Justicia que cada Hombre obtenga el fruto de su Siembra…y que los Hijos de Dios que pongan por Obra la Voluntad del Padre entren de pleno al Reino de Dios… Y que nadie cae a los infiernos sino los hijos naturales de la maldad y el pecado, y quienes son vencidos por la carne y sirven al príncipe de este Mundo… Y que por inmortalidad todo Ser puede caminar hasta la Morada Eterna de la Vida en el Padre… Sabiendo todo esto por Fe y por la certeza del Espíritu, y habiendo recibido Luz de la Sabiduría del Espíritu Santo (Espíritu Santo que no habría venido al Hombre en su Magisterio y Poder si no fuese por Cristo y su Gloria cuan Gobernante de los Hombres) es que afirmamos con fuerza y rigor que el pecado no ha sido entronado nuevamente, y que Cristo sigue siendo más que el pecado;  y que la condición humana no nace en el pecado sino que se Hace a éste por influencia del Mundo… que no es del Reino…( el Mundo cuan sistema basado en el dinero, en la guerra, la violencia, la desigualdad, la injusticia , el aplastamiento de la paz, y la destrucción de lo Creado…NO pertenece al Reino de Dios. El Reino de Dios está en el Espíritu del Hombre: ¡He ahí el Templo Nuevo alzado en los Tres Días de Victoria de Cristo, el Verbo!) Y el pecado  es inducido por la debilidad ante los Deseos, y es promovido desde la inducción de Los Sentidos; pero el Hombre posee una Fuerza Superior gracias a Cristo y al Plan del Padre: el Espíritu. Y el Espíritu actúa cuan Conciencia de Dios, del Bien y de la Fe.

No discutimos la existencia del pecado, pero discutimos con vehemencia la predominancia y el gobierno del pecado por sobre la condición del Espíritu en el Hombre. No somos esencialmente pecadores: somos esencialmente Salvos. No somos esencialmente malos, somos y nacemos esencialmente buenos e inocentes. No somos irremediablemente pecadores: sino que estamos destinados irremediablemente a la Salvación, a la Resurrección, y  a la medida de Cristo en la muerte… y a la Gloria que arroje nuestra propia siembra de vida.

Sí,  discutimos y manifestamos nuestra repulsa a la teoría de que los Consagrados, es decir: aquellos que recibieron Bautismo en edad consciente, y declararon que aceptaban a Cristo cuan Salvador y Dios, y fueron ungidos con oleos para sellar sobre sus vidas la Guía e Inducción del Magisterio del Espíritu Santo… sean y se declaren pecadores y vencidos por el pecado, pero de igual modo  conforman iglesias en el nombre de Cristo, llamándose al  pecado y aunando  pecadores conformistas y sumisos a su maldad, y proclamen sin un gesto de vergüenza  la victoria y predominancia del pecado por sobre la Ley de Vida de Cristo y del Padre Dios. Eso no lo aceptamos ni aunque nos lo presentaran como la verdad absoluta o que nos matarán ante la obligación de aceptar tal aberración…abominable y demoníaca…como si fuese la única verdad posible.  No. Porque quién se Consagra en el bautismo, y declara su Fe en Cristo y su Ley de Vida, y recibe Espíritu Santo no puede difundir la victoria del pecado, y acarrear a seres inermes y dormidos por el pecado, sino que tiene el deber de enseñar a Vencer y debe entregar las herramientas para que todo hombre y mujer ejerzan el sacerdocio de Cristo por medio de Su Espíritu y vida Espiritual. Tal es el mandato del Cristo Vivo. No otro.

 Quienes por Conciencia declarada, y por acción de tipo sacerdotal, vociferan su propia autoridad de Fe y se alzan cuan mayordomos de la verdad de Dios… y agitan libros sagrados como escudos de su propia debilidad doctrinaria … (porque sin los pasajes aprendidos escolásticamente no son capaces de sostener la Doctrina por la Fe y por Espíritu)… y ésos mismos  proclaman que todos somos pecadores, y que el pecado es más que cualquier condición de Fe, y que por pecado seremos condenados, y por pecadores iremos a los infiernos …(nuevamente abiertos por la oscura imaginación de estos servidores del Gran Mentiroso) … y que nada es posible, y todo está perdido hasta el día del Juicio Final…porque Cristo no ha venido…y Jesús fue un Gran Hombre que se hizo ‘hijo de Dios’…pero nunca Dios Él mismo… Ellos, Ésos, quienes hablan y gritan tales sandeces… y luchan entre sí por poderes en el Mundo…y levantan instituciones corroídas por el dinero y la ostentación, por la política y el arribismo mundano…y han refundido la política del Cesar con lo que es de Dios… son el Anti Cristo, son la pululante Apostasía;  y no debe confundirse esta guarida de lobos con piel de oveja con la verdadera Fe en la Ley de Vida del Cristo Dios que nos ha liberado del pecado,  y nos ha dado el Gran Espíritu de Dios viviendo en nosotros para que por Vida Espiritual alcancemos la Obra designada por Nuestro Padre Justo y Sabio.

Somos espiritualmente mucho más que el pecado. El camino del Espíritu nos libera de toda debilidad, y aún siendo personas imperfectas podemos lograr la Perfección  de la fe que nos abre, enseña e induce la Madre Sabiduría del Espíritu Santo. El Padre nos espera en su Reino. No caigamos en trampas de este Mundo, ni en cantos de sátrapas que nos llaman al pecado que ya fue vencido y que podemos vencer cada día… una y otra vez.

Nadie puede justificar el pecado para desde el pecado justificar su propia autoridad…en el nombre del Que Venció al pecado, CristoJesús. Eso no solamente es incoherencia, sino que apostasía pura y causa de Condena Eterna.

 

 

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