Mamá en los tiempos de hoy

Era una de las tantas madres chilenas que sentían miedo, pavor de lo que estaba ocurriendo en la sociedad chilena, cada vez que se prendía  el televisor y escuchaba de esas atroces violaciones a niñas y a niños de todas las edades imaginables, de un sin número de culpables desde clérigos hasta alcohólicos, drogadictos, letrados y no letrados, miraba a mi pequeña hija y se me llenaban los ojos de lágrimas, se me apretaba el corazón. Todos lo niños son vulnerables a esta cobarde acción.

Era una de las tantas madres chilenas que al caminar por las calles de mi país de ida o de vuelta de mi trabajo me topaba con niñas y niños pre adolescentes que no superan los 15 años totalmente alcoholizados y drogados que de la calle hacen su hogar abrigándose con sus perros que al parecer son sus  únicos amigos, pidiendo unas monedas para comprarse una cerveza. Miraba a mi hija y se me llenaban los ojos de lágrimas, dando gracias por las dádivas que nosotras hemos recibido.

Felizmente ella duerme al lado mío, escucho su respirar acaricio sus cabellos y le doy  besitos mientras duerme, sin que ella sé de cuenta. Los niños y niñas que hoy se ven en total abandono por la sociedad, también en su momento, sus mamás les acariciaron y sintieron lo mismo que yo,  miedo de perderlos producto de los malos amigos, de ese que le hace probar una cerveza, luego un cigarrito y terminan robándoles su inocencia y dejándolos en la mas completa miseria humana a tan corta edad.

Hoy como una madre chilena Consagrada a Cristo hace la diferencia de un antes y un después, no se deja de sentir pena y dolor, hoy sabemos que lo que vemos es un efecto de una causa mayor, vivimos en un mundo donde el demonio es amo y señor, dando riendas sueltas a todo tipo de vejaciones, haciendo del hombre un ser inferior, rebajándolo hasta convertirlo en escoria humana para alimento de los demonios, interviniendo siempre para evitar la expansión de la Luz.

He aquí nuestro rol como mamás de hijos e hijas Consagrados, nuestro deber no es  con la patria y entregarle a nuestros hijos convertidos en grandes profesionales, que sean exitosos Médicos, brillantes Abogados o un heroico y valiente Soldado que de la vida por su país. Nuestro deber es para con Cristo, El nos ha entregado a estos espíritus para ser conducidos hacia la Luz, pues no olvidemos que ellos son la Segunda Generación de la Dispensación de Paz. Ellos heredaran nuestros logros y nuestras derrotas.

Si yo digo amar a mi hija o hijo, debo entregarle  las herramientas que él o ella necesitan para que esté  preparando o preparada  para cuando esta Dispensación sea conocida en todo Chile y el mundo, y se presente cuan Sacerdote de Cristo ante los hombres, para cumplir con aquello que Cristo ya anunciará hace dos mil años… cuando su ley sea llevada a todo rincón del orbe.

Para hacer de nuestros hijos e hijas Grandes Sacerdotes, debemos ser grandes madres Consagradas, obedientes, humildes y leales a nuestro Señor Jesuscristo.-  

Cuerpo de Consagrados, Quinta Costa

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