La mano que mece la cuna

(sobre secularidad y relativismo)

Secular, quiere representar lo viejo del mundo, lo mundano que es costumbre; en la religión se amplía al mundo laico, no sacerdotal o no consagrado, a lo civil y temporal. El ‘secularismo’ sería entonces la tendencia que mira a transformar a lo mundano, a las costumbres del mundo, lo profano, en religión, desplazando así la conversión a la Fe del sistema y tradición mundanos, y por el contrario: convirtiendo a la Fe en cosa del mundo, para aspectos tradicionales que vacían de espiritualidad al Hombre.

Preocupación especial ha demostrado la teología y protectores de la fe y ortodoxia católica por este proceso de secularismo que predomina en la educación, formación y modo de concebir incluso a la propia iglesia. Obviamente  los intelectuales de esta institución mencionan a la sociedad toda como ente envuelto en dicho desarrollo. El secularismo se asocia al relativismo, debido a que la justificación relativa de la existencia del Bien y del Mal permite desdibujar las fronteras de la moral, y lo que es ‘bueno’ o es ‘malo’ ya no depende de una jurisprudencia establecida por un nivel de conciencia colectiva, sino queda sujeto al criterio individual o asociativo de grupos de intereses.

Esta lectura de la realidad es correcta, en términos objetivos. Pero hay aspectos, no menores, que hacen incoherente la postura cuando el argumento proviene de un miembro activo y responsable de esta secularidad galopante.

El relativismo no es característico de los últimos veinticinco años;  bien es sabido que ha existido desde siempre y ya la filosofía antigua de Grecia y China entregan amplias manifestaciones de esto.  Fue ‘moda’ de pensamiento a finales del siglo 19, sobre todo en Francia. Nunca dejó de manifestarse e influenciar durante el siglo 20.

La Historia del Cristianismo cuan Religión está repleta de concesiones relativistas,  o ‘políticas’, y nunca la fe ha podido sostener banderas puras en esta lucha entre lo Temporal del Hombre  y lo Atemporal de Dios. La religión misma, como concepción estructural e institucionalidad humana es un relativismo que claudica en no pocos puntos en detrimento de la espiritualidad del creyente. La constitución de la plena participación de las estructuras religiosas en los reinos y gobiernos del Mundo fue, ha sido, la más clara y determinante caída en lo secular. El alzamiento de los reinos papales, y luego de la predominancia religiosa entremezclada con los intereses ideológicos, económicos y políticos de Lo Mundano han fijado la preeminencia secular de la Religión cristiana en el mundo (protestantes en Europa, ortodoxos en el Este, Católicos en Occidente, etc.) Y la misma Reforma de Lutero, que comenzó, en el fondo, como una liberación del relativismo secular de la jerarquía, culminó, no por Lutero sino por sus seguidores posteriores, en un remedo eclesiástico de la institucionalidad que quisieron destronar.

Cuando desde un Estado político, en Roma, exhala un bramido de espanto por la secularidad… es ya raro y contradictorio, porque un Estado como el Vaticano es el monumento de la secularidad y su historia está cimentada sobre el relativismo y los acomodos políticos. Entonces aquello que la intelectualidad vaticana entiende por ‘secularidad de la sociedad’ debe leerse como ‘pérdida de control  e influencia de la iglesia católica’. Para demostrar aquello se coloca el ejemplo de las leyes de aborto, el divorcio, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la prohibición de símbolos religiosos en las escuelas públicas (crucifijo), leyes de amplitud religiosa que quitan espacios a la exclusividad católica, etc.  Pero esta postura sigue mostrando visos incongruentes atroces y faltos de inteligencia: la sociedad ‘siempre’ ha sido un conglomerado humano diverso en ideas y libre de relacionarse con Dios… o no. Aquello que el fundamentalismo califica como uniformidad sub yace en la mentalidad tiránica que somete ‘por su bien’ a la sociedad toda bajo un credo único impuesto no por fe o por opción, sino por sometimiento, ignorancia, terror, coacción y control. Aquello que hace la sociedad actual es sincerarse, mostrar su realidad de toda su existencia, sin hipocresía y colocando sobre la mesa aquello que en otros tiempos era ocultado, escondido y negado, pero que se hacía, existía y con tales secretos se convivía.

La frontera entre el Bien y Mal también ha sido relativa al interior de la curia católica: parte de este sincerarse es que hoy sabemos, por ejemplo, que la pedofilia y el abuso a menores era desde hace siglos una costumbre aceptada en los escondrijos de las abadías y seminarios…en España, en Italia… y lo fue, en estos años, y por muchos años,  en Chicago… y lo es hoy en constantes episodios que involucran a párrocos y curas. Sin embargo nunca se ha conocido una postura tajante y purificadora de parte de la Estructura y más bien estos elementos han perdurado bajo el manto de una característica que se ha endosado a la mafia, pero que aquí ha tenido buenos resultados: l’omertá (aquel ‘pacto moral’ que obliga al silencio y constituye la complicidad que permite la protección corporativa y social del que delinque) Cuando se dice que la ‘secularidad ha conllevado al relativismo, y esto ha roto los límites de la Moral…’ Debemos acordar que esta secularidad ha sido manifiesta desde siempre en la Religión y es la Iglesia, como Institución, un organismo del Mundo, por ende: secular. Y el ‘relativismo moral’ lo ha practicado la Curia Católica por siglos, hasta nuestros días, y el paso fronterizo entre el Bien y el Mal hace demasiado tiempo se ha esfumado en la práctica de quienes hoy, al perder influencia y control, llaman al escándalo sin lavar la propia ropa y sin un grado de vergüenza ante tanta insensatez y omisiones.

No se trata de colocar a la Iglesia Católica como centro de crítica, así, sin más y de gusto: es que cada postura pública de los ‘pensadores’ y voces del Vaticano colocan a la misma Institución y su historia ante el Juicio Público: pero la costumbre secular de la Iglesia es que ‘la iglesia habla y ‘la sociedad’ escucha y debe ceñirse a lo que escucha’. A eso le llamaron ‘magisterio de la madre…’ Cuando hoy los varones institucionales hablan… la sociedad discierne, observa, revisa la historia, ve hechos, conoce actos causales y sus efectos, mide coherencia, establece verdad y mentira…y a eso, no a otra cosa, se ha llamado ‘relativismo’. No, eso es inteligencia, uso de la libertad que el Creador ha dado al Hombre, opción, elección, información… Consciencia.

Tenemos derecho y deber de criticar y hacer notar las contradicciones y hacer llamados a Causas Históricas y Hechos con respecto de una Institución que por siglos ha participado del secularismo y ha relativizado la Fe y la Espiritualidad de acuerdo a sus políticas y necesidades. ¿Por qué no debiéramos criticar y mostrar nuestras objeciones? Si la Iglesia es parte de esta sociedad, como todo ente que se haya inserto en la sociedad está sujeto a críticas, desacuerdos y observaciones, y no todos debemos creer en sus ideas y menos debemos considerar, a este punto, a tanto relativismo cuan representante de Dios… Y si el catolicismo es coherente con sus principios teóricos debiera aceptar con misericordia y paz que otros creyentes le hagan ver y notar sus propias incongruencias. Otra cosa sería aceptar o proclamar el exterminio o linchamiento de una religión. No, podemos ser severos en la palabra y claros en las ideas, pero defendemos el derecho a existir y proclamar su fe de esta iglesia católica, y de toda Religión. 

Ahora bien,  los Consagrados en Cristo obviamente no corremos de noche los límites de nuestra frontera Moral: pedofilia es un mal que no merece participación bajo religión de Bien alguna; un pedófilo debe ser expulsado de cualquier orden religioso. El aborto es crimen. El matrimonio debe ser entre varón y mujer. La familia es natural entre varón, mujer e hijos insertos en un núcleo.  Y no decimos que ‘la sociedad’ debe aceptar nuestra regla Moral nacida de la Fe. Decimos a la sociedad que nos debe escuchar y alegamos el derecho para exponer y difundir nuestras ideas y posturas. Luego, si la sociedad en forma democrática elige un determinado camino, nosotros establecemos el principio que una ley que permite el aborto no involucra al consagrado, y siendo ley que ‘permite’ el crimen, y no ‘obliga al aborto’ nosotros optamos por ‘no asumirla’. Porque si la ley dijese que es ‘obligación abortar’ nuestra postura sería contraria a dicha ley y tendríamos que desobedecerla. Pero en democracia estas leyes ‘abren’ una ‘posibilidad’ y ‘amplían ‘las ‘opciones’… no ‘obligan’.  No es ‘obligación’ casarse entre personas de un mismo sexo, es una salida legal que ofrece esa  alternativa.  Pero al interno de nuestra Comunidad de Consagrados prevalece la Ley de Dios, y no se aplica aquí el relativismo de ‘aceptar al pecador y al malvado porque es parte de los nuestros’ Es que eso vamos en esta observación crítica: no se puede, tratándose de una Institución seria y arraigada en el mundo, parte de la sociedad, elevar  puntos de alarma moral que involucra al Hombre y a la sociedad de nuestros tiempos sin antes mirar a su interior y darse cuenta que eso que hacen ver hacia afuera lo traen ellos desde siglos y son ellos los portadores del mal que ahora endosan a la sociedad. Es urgente mostrar a la sociedad una defensa coherente y de hechos de la Moral que proclamamos. Mal podemos criticar el consumismo y el apego al dinero cuando se solventa un Estado, con Banco incluido, cuyo sustento es el dinero y la riqueza. Mal se puede condenar a otros cuando en las propias filas hay incongruencia y peor aún: hay relativismo moral para juzgar las propias aberraciones.

Es necesario colocar ante la sociedad aquello que Dios nos exige;  sí, a eso no debemos nunca renunciar.  No podemos callar que la caída abismal de los Hombres es provocada por un mal concepto y una peor aplicación de La Libertad. Pero  justamente es deber de quienes hablamos desde la Fe mostrar a nuestras espaldas un recorrido de Arrepentimiento que purifica y cambia, de Perdón que no justifica y acepta la propia falta, en modo de que la verdad que mostramos no se halle manchada de incongruencia y realidad contraria; pero sobre todo es deber nuestros actuar en el aquí y ahora con coherencia, verdad y plena aplicación de la Palabra que proclamamos. La hipocresía es la mayor mancha en el Hombre de Fe. Y si escuchamos Palabras desde la fe en el mismo Dios que nosotros Conocemos y Obedecemos: mal podemos callar cuando se ofrece alimento y argumentos a quienes odian la Fe y se burlan de Dios. Y ese flanco lo ofrenda con demasiada facilidad y ligereza quienes critican la secularidad y el relativismo… desde la cuna de la secularidad y el relativismo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *