Enfermedad: Oportunidad de liberación

Cuando sufrimos episodios de enfermedad pocas veces nos cuestionamos si existe una causa más allá de lo orgánico o lo explicable por medio de la ciencia. Debemos aprender a concebir cada vivencia de nuestra vida, cada acontecimiento como una manifestación de un lenguaje que se oculta tras los hechos, pero que está presente dándonos señales objetivas y reales.

Para el ser espiritual todo tiene una causa espiritual, somos espíritus antes que carne y después de la carne, y concebimos que las referencias temporales que Dios nos avisa, es decir, todo suceso del que somos parte, deben llevarnos a la profunda reflexión para tomar medidas y hacer los cambios que nos permitan colocarnos o reconducirnos al camino que ha trazado el Reino Celeste.

Estamos de paso por este cuerpo; el Espíritu, que es la verdadera vida, se halla temporalmente en este cuerpo. Es decir, tenemos un cuerpo carnal que envejece, enferma y muere, pero también poseemos un Ser Interior que nunca muere. La enfermedad es un recuerdo doloroso de que lo carnal pasará, y es una invitación urgente para dedicarnos a cultivar lo espiritual.

Siempre que enfrentamos una enfermedad pensamos en sanar su ‘efecto’, es decir, eliminar el dolor, sacar lo malo, reparar el daño, etc. Y esta no es la forma correcta de abordar el problema. Lo primero que debemos hallar es la causa de la enfermedad, pues puede ser de proveniencia tan simple como de los propios errores, o puede proceder de causas menos evidentes o estar relacionado con hechos antiguos que no se han desatado o que no tengamos conciencia. Una vez identificada la causa, nos ‘sanaremos’ con el Arrepentimiento y Perdón ante Cristo, porque es el error, la odiosidad, la porfía, el desamor, el no perdonar, la rabia permanente, los miedos no enfrentados, las dudas no resueltas, el dolor no declarado, la voluntad de Dios no aceptada, el no querer soltar el ‘control’ de nuestras vidas lo que realmente enferma al cuerpo. En definitiva, lo que Dios nos pide, ante la enfermedad, es una introspección sobre nuestro modo de vida. Entonces, siempre será sabio mantener la calma ante el mal y dedicarse a indagar : ¿para qué…?… ¿qué me quiere decir Dios con este mal…?… ¿cuál es su causa original? … ¿qué me pide Dios para superar este mal?

Esta verdadera sanación, desde adentro, es la que produce como efecto la sanación de lo externo, del cuerpo, la que no permite que volvamos a caer en el mismo mal. Esta es la forma como un Ser de fe aborda las enfermedades porque toda enfermedad puede superarse con la Fe en el Perdón de Cristo.


Sabemos que muchas interrogantes surgen en torno a esta forma de concebir la enfermedad. Si todo comenzara al momento de nacer, las cosas tendrían siempre una causa conocida. Lo cierto es que nuestro Espíritu ha recorrido un largo camino de existencia, desde su primera toma de conciencia con el Padre Creador, y en cada estado de vida hemos acumulado causas buenas y malas, en modo que cuando vivimos en lo temporal de este mundo, en este cuerpo, ya nos arrastramos condiciones que tenemos que aprender a conocer, y con las cuales debemos aprender a vivir. Así, una enfermedad puede ser el efecto de una “deuda” acumulada que debemos superar y trascender en esta vida. Pero también “atraemos” enfermedades por nuestro tipo de vida y por nuestros errores de aquí y ahora. Las enfermedades mentales o de incapacidad física desde el nacimiento suelen enmarcarse en las “causas de deudas” que no pertenecen a esta vida, sino que a hechos anteriores. Son, generalmente, pruebas para la familia, más que para el mismo enfermo. También generamos enfermedades por estados emocionales y psicológicos. Toda enfermedad posee su grado de causa emocional, y siempre éstas tienen un efecto en lo psicológico. En ambos casos, la respuesta del camino espiritual suele ser aún más importante y vital, y la Fe es el arma real para superar estos males.

Podemos “controlar” y “superar” la enfermedad, debemos aceptar el valor de la vejez y debemos comprender la trascendencia de la muerte. Si el Espíritu es capaz de traer hasta nuestra actual existencia las causas de existencias previas, sin duda, entonces, que sí puede llevar los efectos de nuestra actual vida hasta después de la muerte. Desde CristoJesús y los Hechos de la Resurrección no necesariamente debemos regresar a este mundo temporal, ni es obligación, no es una ley, el retornar a vivir en el cuerpo carnal: El Reino de Dios nos ofrece muchas instancias de inmortalidad. Vamos, después de la muerte, donde nos conduzcan los frutos que hemos sembrado en esta vida. En esa nueva vida hay una senda ascendente hacia los estamentos más altos del Cielo, sin tener que, necesariamente, regresar a este mundo y a este tipo de vida.

El Sacerdocio es quién debe guiar al que sufre hacia la solución que Dios quiere y propone. Muchas veces la presencia, bendición u oración del Sacerdote, no es suficiente. En ciertos casos basta con eso, pero en otros no, dependerá de lo arraigado del mal y de lo profundo del problema. A veces, cuando se trata de aberraciones muy arraigadas en la persona, o negligencias muy severas, una simple Oración desesperada no basta, y una Bendición puede purificar el dolor, pero no eliminar el mal mismo. Siempre, y en todo caso, la Fe de la persona y su inocencia de corazón, su honestidad para hallar los caminos de Dios, hace la gran diferencia. Las formas correctas son conocidas por el Sacerdocio de Cristo.

Cada paso en el Camino de Consagración es un peldaño, una formación y una entrega a Cristo, el Sacerdocio que Cristo nos ha entregado es de Servicio; eso significa que es Cristo quien actúa por medio de sus Sacerdotes. Parte del Servicio de este Sacerdocio es visitar a los enfermos en sus lugres de reposo, y sabemos que este estado de enfermedad es una oportunidad de reflexión para que éste se reencuentre con Cristo, una bendición para purificar el andar por este mundo. Un mundo donde los apegos, la falsa seguridad, las dependencias, la materia, los instintos y lo sensual, alejan a hombre de la realidad de Dios que habita en el espíritu del hombre y bajo estas condiciones se enferma la carne.

Por medio de la oración este Sacerdocio da claridad del mal que aqueja a quienes están enfermos y se han alejado de Cristo. Nuestra experiencia ha sido diversa en estos años pero nadie queda igual luego de haber orado y haber recibido a Cristo, dejando en sus manos toda enfermedad que los aqueja y los confunde.

En varias citas de las escrituras Cristo en Jesús sana y entrega el mensaje: “por tu fe te has sanado”. Por lo tanto, todo Sacerdote de Cristo que vaya en Su Santo Nombre, también puede sanar a partir de la fe del que sufre la enfermedad.

Esta conciencia la entregamos para invitar a todo ser de fe a sanarse en Cristo y por Cristo, asumiendo en sí mismo este Camino de Consagración y Sabiduría, y así cumplir con la Voluntad del Padre. Porque este Camino es la disposición del Hombre para ordenar su Persona según la Ley de Dios: que sea el Espíritu quién gobierne y el alma se una a éste con goce y sumisión, y la mente sea iluminada por la suma Inteligencia del Espíritu. De esta forma alzamos en nosotros mismos, en nuestro cuerpo, el ‘Templo’ que Cristo construyó, donde verdaderamente mora el espíritu.

Ref. Extractos Díptico: LA Enfermedad

Textos e Imágenes Blog Sacerdocio Presbiteriano

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