Cristo nos pregunta: ¿me amas…?

“Después de comer, le preguntó Jesús a Simón Pedro:

– Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

 

Contestó Pedro:

– Señor, sí, tú sabes que te quiero.

 

Jesús le dijo:

– Lleva a mis corderos a pastar.

 

Le preguntó otra vez:

– Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

 

Contestó:

– Señor, sí, tú sabes que te quiero.

 

Jesús le dijo:

– Cuida de mis ovejas.

 

Le preguntó por tercera vez:

– Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

 

A Pedro le dolió que le preguntara tres veces si lo quería, y le contestó:

– Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.

 

Jesús le dijo:

– Lleva mis ovejas a pastar.”

 

Sin duda que llama la atención esta reiterativa pregunta que Jesús hace a Pedro. Quizás a nosotros también nos podría doler si un ser querido nos pide que le confirmemos nuestro amor, o si el mismo Cristo también nos preguntara tres veces. En visión humana, o de acuerdo a un cierto estudio Bíblico, podríamos interpretar esto como una manera de Jesús para asegurarse que Pedro lo amaba, o que necesitaba que lo amara, o para asentar en este apóstol su amor a su Señor, o simplemente porque nuestro Dios necesita repetirnos más de una vez las cosas para que las entendamos. Por supuesto que esto no puede ser visto bajo una óptica tan simplista.

Un creyente siempre dirá que ama a Dios, y de la misma forma asegurará que ama a sus hijos, a sus hermanos y a otros seres cercanos o queridos. La concepción del amor de esta persona será particular, como particular ha sido su vivencia de amor durante su vida: si ha sido pasional… apasionado (a) amará y sólo con pasión concebirá el amar; si ha sido envuelto (a) en dolorosas relaciones sentimentales… buscará eternamente ‘su amor ideal’ que por fin no le haga sufrir, o despreciará a toda persona porque ya no cree en el amor; o entregará ‘amor’ de acuerdo a lo que pudiera obtener de esto… y siempre estará en un vacío y en una dependencia que lo encarcelará; o se entregará por completo a alguien, sin importar si se es violentado(a), despreciado(a), abandonado(a)… porque su miedo es superior a su dignidad; o amará con paz, con libertad, y con verdad… porque escucha a Dios. En fin, se ama según lo que al alma se ha enseñado. Por lo tanto, si Cristo hoy nos preguntara si lo amamos, nuestro ‘sentido de realidad’ sobre el amor hará que le respondamos de acuerdo a este cedazo. ¿Será de esta forma que Cristo quiere que lo amemos?, o en otras palabras, ¿será de acuerdo a lo que nosotros concebimos del amor… o lo que Dios en el espíritu nos pide? ¿No será mejor elevarnos a la Humildad y preguntarle a nuestro Dios de Amor cómo quiere Él que le entreguemos nuestro amor?

Cristo nos entrega la Gracia como Salvación, ¿cómo demostraremos que lo amamos si no ponemos en acción esa Verdad de Su Reino? Porque muchos decimos amarle, y en ese amor puede haber un cierto ‘acomodo’ a lo que nosotros entendemos como amor. Sin embargo, el Amor de Cristo es más que bondad: Él reconoce que nosotros hacemos parte de lo Divino y que llevamos Su esencia y Voluntad para llegar a Su lado. Entonces, como Su Amor ya se ha manifestado sin esperar nada de nosotros, por Gracia, sino que para tenernos pronto a Su lado, Él quiere que empecemos los Hombres a vivir el espíritu y aprendamos a amar como le es natural amar al espíritu que mora en cada uno de nosotros. Sólo de esta forma estaremos tomando conciencia real de Su Gracia y Perdón para la Salvación de cada Hombre.

Si Cristo nos pregunta tres veces si lo amamos, es porque en el amor del mundo los Hombres están sujetos a sensaciones, ánimos y estados que duran poco y no permanecen, y dependen del alma y no de la Gracia del espíritu. En la primera respuesta diremos un ‘sí, te amo’ desde la mente, porque entendemos que lo amamos; en nuestra segunda respuesta estará el alma manifestándose, es decir, lo que sentimos; pero en la tercera respuesta deberá estar la manifestación de la conciencia interior que nos lleva a Amar desde el espíritu, porque sin esta última manifestación… en realidad no estaremos amando como Dios quiere. Mejor sería que tomáramos esta Gracia y la asumiéramos, para que el espíritu que nos vive nos enseñe la labor de obediencia y dependencia que le es natural.

El mundo ama sus formas, el Hombre vive en el mundo y conoce esas formas y sus propias dependencias. Pero en las formas de relacionarse del espíritu no hay cabida a la inconciencia: se ama porque se conoce el espíritu, y en ese reconocimiento elevamos desde nuestro Ser interior las alabanzas que nacen como agradecimiento, inspiradas del amor que el espíritu nos irá enseñando. Y aún, estando en el mundo, ya amamos desde nuestro interior hacia afuera, como Dios quiere, desde esa realidad que ya nos vive y enseña. Así, podemos ser Misericordiosos y no equivocar el Camino que es uno solo hacia la Voluntad del Padre y que guía nuestro Gran Gobernante y Salvador, JesúsCristo.

De esta forma, Cristo nuestro Redentor nos asegura que en lo simple de una acción que genera la Sabiduría del espíritu, quedamos sin deuda, y en esta demostración de Amor, como Gracia y Salvación, está el Amor del Reino liberándonos de nuestras propias amarras.

Pedro no entendió en un principio por qué Jesús le preguntó tres veces si lo amaba. Pronto tomaría conciencia que nuestro Dios encarnado estaba desatándole una deuda adquirida cuando lo negó tres veces antes que cantara el gallo. Sólo le bastaba obedecer en ‘cuidar Sus ovejas’, una acción de Amor que debía realizarla a partir de la Sabiduría que desbordaba su espíritu.

Porque esa sola acción de Amor nace de una convicción interior de hacer lo correcto y en el modo correcto, sabiendo que es a Dios a quien amamos y que en conciencia cuidamos parte de Su esencia, que es la manifestación de Su Templo en nosotros. Esto significa que yo amo y cuido lo que me llevará a Su lado y no lejos de ese Camino.

Eso es AMAR lo que el Reino nos entregó, por lo tanto, debemos reconocer Su Amor y alzar Su Verdad sobre la verdad tan subjetiva de los Hombres. Y así la Gracia será ya un hecho manifestado en nosotros, ya no siendo un hecho impersonal, sino que personal y asumido, llevándolo a nuestra vida diaria, donde haremos que ésta Salvación sea en otros.

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